En mensaje radiodifundido Arbenz se dirige al pueblo por la Ley Agraria ya en vigor, la
cual en su sentir es el instrumento por el que se podrá iniciar el
camino de una transformación profunda en la vida económica,
política y social del país.
He aquí las palabras del coronel
Arbenz:
Pueblo de
Guatemala: La incalculable importancia de la promulgación de la Ley
de Reforma Agraria y los hechos concomitantes en la lucha política a
que la discusión y aprobación de la Ley han dado origen, me ponen
en el deber de dirigirme a la Nación. Se han expresado tantos
juicios inexactos acerca del proyecto que enviamos al Congreso y
sobre el histórico Decreto que lleva el número 900; se ha creado
deliberadamente tal clima de zozobra, y se han empleado tales métodos
de lucha, fuera por completo del terreno legal y patriótico, que he
creído menester expresar al pueblo de qué manera apreciamos la
situación y como vamos a resolverla.

La Ley de Reforma Agraria es el instrumento
por el cual se podrá iniciar el camino de una transformación
profunda en la vida económica, política y social de Guatemala,
hacia una época de progreso y mayor bienestar para un número mayor
de la población. Pero
todos sabemos que ningún paso en beneficio del progreso y de la
civilización de los pueblos se ha dado sin lucha y sin oposición.
De ahí que nuestro proyecto haya encontrado la tenaz resistencia de
algunos sectores que se verán afectados por la Reforma Agraria,
porque les expropiará la parte de la tierra que no tienen cultivada
o que no se cultiva por su cuenta y porque tendrán que convenir en
nuevas relaciones con los trabajadores del campo.

Esa
resistencia se ha manifestado de distintas maneras. En forma de
discusión pública; en discusiones privadas con el Consejo de
Ministros, que por su trascendencia se hicieron públicas; en forma
de debates parlamentarios y a través de la lucha política abierta y
de la comisión de ciertos actos, que por sus fines son parte de la
lucha política, pero que por los medios empleados, se salieron del
terreno institucional y legal y se convirtieron en hechos delictuosos
de carácter grave.
En el
terreno de la discusión se ha manifestado una extraña sorpresa, una
inexplicable sorpresa por cuanto que la Reforma Agraria y la manera
como la concebimos, ocuparon un lugar muy destacado en la campaña
política electoral que culminó con mi alta y honorífica
investidura de Presidente de la República. Mi pensamiento fue
expuesto con toda claridad a lo largo y a lo ancho del territorio
nacional. Aquella opinión, por otra parte, no era una posición
personal, sino el programa de las fuerzas que me dieron su apoyo
fundamentado en los intereses y aspiraciones de centenares de miles
de campesinos y trabajadores del agro que se alinearon popularmente
dentro de esas fuerzas, así como para resolver otras muchas
cuestiones de interés nacional.
Es
posible que en los discursos de la campaña presidencial no se haya
querido ver más que discursos. Pero eso fue lamentable equivocación
de quienes están acostumbrados a que los gobernantes, una vez en el
poder, no cumplan sus promesas o que gobiernan en contra de los
intereses del pueblo. Nuestros discursos no fueron una manera de
ganar votos o hablar por hablar. Nuestros discursos interpretaban un
programa y a esa sinceridad nos atuvimos, nos atenemos y nos
atendremos en el futuro.
Sería
ocioso repetir todo lo que dijimos durante de la campaña
presidencial, pero recomiendo a quienes perdieron la memoria de
pronto que consulten nuestras palabras palabra por palabra, para que
aprecien cómo no difieren nada la posición que adoptamos en 1950 y
la contenida en el Decreto número 900. Sin embargo, no estaría por
demás citar mis palabras del discurso de toma de posesión el 15 de
marzo de 1951. En aquella oportunidad dije, refiriéndome al
incremento industrial de Guatemala:
“Para alcanzar nuestros fines debemos
entonces llegar a producir en la mayor proporción posible los
alimentos, la ropa, los materiales de construcción, los artículos
domésticos y los medicamentos que consume la gran mayoría de la
población. Pero no queremos quedarnos ahí; ambicionamos
patrióticamente llegar a producir también la mayor cantidad posible
de los artículos que actualmente importamos y a sentar las bases de
una producción futura de combustible, energía eléctrica, productos
metalúrgicos y herramientas”. He aquí nuestra aspiración
mínima y máxima del desarrollo industrial de Guatemala. Pero este
desarrollo fue condicionado a la premisa de que antes borráramos de
nuestro cuadro económico aterrador, los obstáculos que impiden el
progreso industrial de nuestro país. Por ello expresamos entonces:
“El
progreso industrial y en general todo el desarrollo económico de
Guatemala no podrá ser jamás una realidad, mientras subsistan las
actuales condiciones de servidumbre en el campo y de producción
artesanal en la ciudad. Por ello es que en nuestro programa tiene
capital importancia la Reforma Agraria que para realizarse tendrá
que liquidar los latifundios e introducir cambios fundamentales en
los métodos productivos de trabajo, es decir, hará una mejor
distribución de la tierra no cultivada o de aquella donde se
mantienen las costumbres feudales e incorporará la ciencia y la
técnica agrícola a nuestra actividad agraria en general”.
Tales
expresiones no ofrecen lugar a dudas, y de ellas se desprenden varias
conclusiones que responden acertadamente a las deducciones inexactas
que ha hecho el sector afectado por la Reforma Agraria. En primer
lugar, que fuimos absolutamente sinceros con los industriales,
comerciantes, banqueros y agricultores progresistas, cuando les
dijimos que nuestro programa a quienes fundamentalmente beneficiaría
era a ellos. “Debo advertir, sin embargo –dije en aquella
oportunidad–, que nuestro programa de gobierno requerirá de todo
el esfuerzo popular conjunto para su realización, y cuando digo
esfuerzo popular me refiero a la colaboración patriótica de los
capitalistas nacionales, los trabajadores de la ciudad y del campo,
los técnicos y el Estado, a quienes hago un llamamiento para que
emprendamos con firmeza el camino de nuestro crecimiento económico y
del bienestar popular”.
En
estos conceptos se evidencia que el programa nuestro tendía y tiende
a incrementar el capitalismo industrial, comercial, bancario y
agrícola, y en ello no quitamos ni una sola coma a lo afirmado en
aquella ocasión. Hice un llamamiento a los capitalistas entonces, y
vuelvo a hacerlo ahora, ratificando lo que he expresado en múltiples
reuniones con los representantes de la industria y del comercio,
especialmente cuando fue nombrado el señor Roberto Fanjul para el
cargo de Ministro de Economía. La confianza que he depositado
precisamente en el señor Fanjul y la que tengo en que los
industriales y comerciantes sabrán interpretar mis palabras con
exactitud, es la mejor prueba de que fuimos consecuentes con nuestro
programa de incrementar el progreso industrial y mercantil de
Guatemala.
La
Reforma Agraria propuesta no tiene más objetivo que ése. La Reforma
Agraria en la forma como la concebimos tiende a conseguir un aumento
sensible en la capacidad de compra de centenares de miles de
familias, lo que redundará en beneficio directo de los negocios de
los comerciantes, al mismo tiempo que crea las bases para que se
inviertan capitales en artículos que puedan ser adquiridos por la
población, en tal volumen que haga productiva la industria. Sin
capacidad de compra no hay industria. Sin capacidad de compra el
comercio será insignificante. Esa es la cuestión principal. De aquí
se desprende, pues, que no hay contradicción ninguna entre lo que he
dicho a los capitalistas nacionales y el envío de un proyecto de
Reforma Agraria al Congreso de la República.
En
segundo lugar; que nuestro proyecto no está calcado en el programa
que expuso en un documento reciente el sector de la extrema
izquierda, como lo ha propagado el sector económico y político de
la extrema derecha. Mucho antes de que grupos políticos izquierda
expresaran una opinión concreta acerca de la Reforma Agraria, en los
discursos de la campaña presidencial y en múltiples documentos
expuse por completo los lineamientos capitales de la Reforma Agraria
que contemplaba nuestro programa. Mis palabras se han visto
confirmadas de modo indirecto por las expresiones recientes de un
hábil diputado de la oposición en el Congreso, al manifestar que
uno de los mentores del comunismo no es partidario de la parcelación
de las empresas agrícolas, y que, en cambio, el proyecto de Ley
disponía la entrega de las “fincas nacionales” a los
trabajadores y campesinos que allí cultivaban la tierra. Lo que
ocurre es que los sectores afectados encuentran “extremistas” las
medidas racionales que propusimos para distribuir mejor la tierra y
de acabar con tanto vestigio del pasado, como la servidumbre en el
campo, cuyas formas son tan evidentes que se manifiestan en el
atraso, la miseria, la ignorancia, el analfabetismo y las
enfermedades que hacen presa fácil de la población campesina
destruida. Las herencias feudales se manifiestan con claridad en el
bajo poder adquisitivo de las grandes masas de población, obligadas
a vivir dentro de una economía familiar que es característica de la
época medieval. Querer negar eso es como querer tapar el sol con un
dedo.
Y lo
que pasa también es que quienes hacen una oposición sistemática a
la Reforma Agraria, quisieran algo imposible. Quisieran una Reforma
Agraria que dejara complacidos y satisfechos por igual a
terratenientes y campesinos, a grandes latifundistas y trabajadores
agrícolas, y eso es socialmente imposible. Si se complace a los que
poseen la tierra de manera desmedida quedan descontentos los
campesinos y trabajadores agrícolas, que son la inmensa mayoría de
la población y si, como ocurre con el Decreto número 900, se
satisfacen las necesidades de los campesinos y trabajadores, queda
descontenta la minoría que acapara la tierra. No hay solución
intermedia y la razón está de parte del pueblo que produce los
artículos que provienen de la agricultura y de aquellos que
propiciarán una Guatemala mejor, por el desarrollo económico,
mediante una mejor distribución de la tierra y un aprovechamiento
más racional del suelo.
Se ha
dicho que la Ley es anticonstitucional y se citan una serie de
artículos porque es de un “empirismo cimarrón”, según la
calificó un distinguido diputado de la oposición. Casi exactamente
la misma cosa se dijo en su tiempo respecto a la Ley Electoral, al
Código de Trabajo, a la Ley de Emisión del Pensamiento y a muchos
otros decretos emitidos por el Congreso, durante el primer gobierno
de la Revolución de Octubre.
Vemos
cómo se retuerce la Constitución a gusto y antojo de los intereses
de cada quien y se echa mano de nuestra Carta Fundamental para
justificar cualquier cosa que no esté de acuerdo con nuestros
intereses materiales. El argumento no es nuevo, y es fácil porque
los preceptos constitucionales se prestan a la interpretación
subjetiva de cada quién, pero todo el mundo sabe –y los abogados
mejor que nadie–, que una misma le puede ofrecer dos caras opuestas
como ocurre, por ejemplo con una moneda. De ahí los interminables
juicios que a menudo se litigan en los tribunales de justicia, y si
no fuera así no habría posibilidad de controversia judicial. Pero
esto se justifica en cuanto a los pleitos judiciales, no sucede lo
mismo con las funciones legislativas.
En
las funciones legislativas, a la hora de aplicar la Constitución de
la República, debemos atenernos fundamentalmente a su espíritu, a
las condiciones en que fue dictada y a los objetivos que persiguen
las disposiciones constitucionales dada una situación determinada.
En el caso expreso de la Reforma Agraria no uno, no dos, sino
innumerables preceptos constitucionales, están fundamentados en la
necesidad de hacer una mejor distribución de la tierra, tendiendo a
incrementar el progreso económico de la Nación. La Constitución,
desde el punto de vista de las condiciones en que fue elaborada,
trata de eliminar las condiciones económicas y políticas que
predominaron antes de 1944, y a facilitar nuevas condiciones para el
ulterior desarrollo económico y social del país. De conformidad con
este criterio no hay nada de “cimarrón” en el proyecto aprobado
por el Congreso, y en cambio, sí hay un espíritu cimarrón, enemigo
de todo avance, del progreso y de la civilización, en quienes se
oponen al desenvolvimiento económico de Guatemala. Las leyes
revolucionarias, para que cumplan su objetivo de conseguir un futuro
mejor, deben estar fundamentalmente impregnadas de espíritu
revolucionario y no de argucias leguleyas. La Constitución de
Guatemala ampara con numerosos preceptos, desde los artículos
capitales como el artículo primero, hasta disposiciones más
particulares, las resoluciones de la Ley de Reforma Agraria de manera
categórica e incontrovertible.
Se
argumenta, asimismo, en contra de la Ley, diciéndose que la Reforma
Agraria es antieconómica y que traerá el caos al país. Eso no
tiene nada de verdad. Lo antieconómico es vivir como ahora, con
salarios miserables en el campo, con minúsculas parcelas de tierra
en manos de miles y miles de campesinos y con el mantenimiento de
tantas formas de servidumbre que han persistido a través de los años
deteniendo el progreso. ¡Esto es lo antieconómico, lo empírico y
lo desastroso! Lo económico es terminar con esa situación y abrir
una vía que conduzca a que cada quién tenga más dinero con qué
comprar, a que circulen más mercancías y más dinero y a que, en
consecuencia, se abran numerosas fuentes de producción que
beneficien tanto a los industriales como a la población. Todo eso se
ha dicho en el terreno de la discusión pública y en el debate con
el Consejo de Ministros y en el Congreso.
Pero
no solamente se ha dicho eso. En el campo de la lucha política se
han difundido numerosas versiones esparcidas de manera subterránea,
que chocan de inmediato con el sentido común, pero que pueden
confundir a los sencillos razonamientos de la gente humilde del
pueblo. Por ejemplo, se ha dicho que también se hará una “Reforma
Agraria urbana”, es decir, que asimismo habría expropiaciones de
viviendas en la población, o de que se va a expropiar las iglesias.
Esto es de una ingenuidad que aterra, si no fuera porque tales
versiones traen una marca inconfundible en cuanto al origen de su
fabricación. No tiene nada que ver con las viviendas de las ciudades
y poblados, la Reforma Agraria, y no tiene nada que ver con las
viviendas de las ciudades y poblados la Reforma Agraria, y no tiene
nada que ver tampoco con las iglesias porque tales templos son
monumentos nacionales.
También
oímos a cada paso, de por qué si el gobierno está en capacidad de
pagar en moneda efectiva las indemnizaciones no lo hace así. La
razón es sencilla. Porque todo argumento sensible en el medio
circulante, sin el correspondiente aumento de mercancía, produce
inflación, es decir, encarece los precios, con lo que se perjudicará
a los sectores más empobrecidos de la población. Los “bonos de la
Reforma Agraria” tienen la absoluta garantía de rentas que los
hacen perfectamente redimibles en los plazos estipulados, aparte de
que tienen el pleno respaldo de las demás rentas del Estado.
Lo
dicho anteriormente ha sido materia de la lucha legal, de la
controversia política y del debate parlamentario. Que los señores
diputados de la oposición hayan abandonado el campo parlamentario,
no es cuenta nuestra y solamente ellos saben por que han determinado
esa táctica. Ante ella no tenemos nada que decir porque están
haciendo uso de sus derechos democráticos y a sus argumentos
nosotros oponemos argumentos más contundentes y firmes, pero cuando
aparecen los métodos ilegales de lucha, cuando se emplea la
violencia y el terrorismo como un medio para conseguir los mismos
fines que persigue la lucha política y parlamentaria, las cosas
cambian por completo.
No
tienen ninguna justificación y se salen por entero de la lucha
legal, los procedimientos que ha venido empleando últimamente un
sector de la extrema derecha, desde el asesinato de humildes
campesinos ocurrido en Chiquimula, hecho silenciado y rebajado en
importancia quizá porque para algunos los campesinos no son seres
humanos, hasta la comisión de otros actos igualmente punibles y
criminales, pero de mayores repercusiones sociales, como las acciones
de sabotaje que se intentaron contra el suministro de energía
eléctrica a las ciudades de Guatemala y Quetzaltenango.
De
haber tenido éxito los atentados dinamiteros durante algún tiempo
se habría paralizado parcial o totalmente el suministro de luz y de
energía eléctrica a las dos ciudades más importantes de Guatemala.
Los ciudadanos sensatos pueden calcular lo que esto habría
significado para la industria, para los talleres, las amas de casa y
las numerosas familias que hubieran salido afectadas. Pongámonos a
pensar en los sufrimientos de tantos trabajadores que habrían
perdido su ocupación de haberse paralizado las fábricas y talleres,
imaginémonos los perjuicios a la vida doméstica y calculemos el
retraso que hubieran sufrido las actividades vinculadas a la fuerza
proveniente de la electricidad. Estos actos son sencillamente
criminales y merecen la condena de todas las capas sociales y un
castigo ejemplar.
Por
declaraciones de testigos y por confesiones espontáneas ocurridas
antes de que se produjera ninguna detención, descubrimos los hilos
de una vasta red de conspiraciones y saboteadores, compuesta en su
mayoría por estudiantes que forman en los grupos “anticomunistas”.
Esta red la forman grupos celulares, desconectados entre sí, pero
coordinados bajo un mando superior. Por ello es que no es fácil
coger toda la trama de la organización, pero el intensivo asilo
diplomático de otro grupo de estudiantes, formado por casi igual
número que el de detenidos, evidencia la participación de estos
otros en los atentados dinamiteros que ha emprendido esta tenebrosa
organización. Y por si eso fuera poco, otros sectores vinculados a
quienes se oponen a la realización de la Reforma Agraria, no sólo
silencian la trascendencia que hubieran tenido los actos de
terrorismo, si no que han empezado a crear un clima subversivo en el
país y salen a la calle, sin esperar la autorización
correspondiente, demandando a la vez que la excarcelación de los
culpables, la destitución de altos funcionarios del Gobierno, la
interpelación de un ministro en el Congreso y descargando la
responsabilidad sobre el Gobierno de la resolución por pretendidos
atentados contra la libertad personal. Esto es de una audacia sin
límites, si no fuera porque la desesperación los está llevando a
tomar las medidas más insensatas. Yo sé muy bien lo que hubiera
ocurrido durante la dictadura de producirse hechos semejantes. A esta
hora habría hogares enlutados, lágrimas y terror, y ¡ay! del que
hubiera lanzado un lamento de protesta. En cambio bajo el poder
democrático se multiplican los cobardes y los hipócritas que bajo
el pretexto de que se violan los derechos constitucionales, en
realidad pretenden destruir el régimen democrático y asestarle un
golpe demoledor a la revolución de octubre.
Se
acalla el asesinato de dirigentes campesinos, pero se grita por la
detención de los terroristas reaccionarios. Injusta discriminación
hacia el origen de las víctimas y de los verdugos. No se alza la voz
contra los que ciegan la preciosa vida de hombres que producen y que
son campesinos sin instrucción, pero en cambio se escandaliza
pidiendo la excarcelación de quienes deshonrando su calidad de
jóvenes y de estudiantes, habrían causado la ruina de numerosas
empresas y hubieran llevado el hambre a muchísimos hogares. Ante una
contradicción tan inaudita, y me permito hacer un llamamiento a la
dignidad moral de los estudiantes más conscientes,
independientemente de la clase a que pertenezcan, para que enjuicien
estos hechos desde la altura que les corresponden y no se conviertan
en el juguete ciego de una de las modalidades de la lucha política,
entablada entre los que están por el desarrollo económico de
Guatemala y su progreso a través de la Reforma Agraria, y los que
pretenden mantener sus injustos privilegios y frenar el avance de
nuestra patria, oponiéndose a la realización de nuestro programa.
Si
esto pudiera tener una justificación porque las pasiones dominan
demasiado nuestras acciones, no lo tendrá después que hemos
analizado serenamente los hechos y si las manifestaciones ilegales
continúan, no serán más que actos de provocación, y desde ahora
declinamos toda la responsabilidad tanto en aquellos que dirigen
desde arriba la conducta de resistencia a la Reforma Agraria, como en
los ejecutores materiales de la propaganda y el clima de zozobra y
subversión que se ha creado en el país.

Debo
informar a la Nación, asimismo, que ríos de dinero están siendo
dirigidos hacia algunos miembros del Ejército, con el propósito de
tentarlos y ganarlos a su campo. En este acto no hay ningún asomo de
dignidad de parte de quienes creen que el Ejército, como se ha
dicho, está en subasta pública. Los oficiales y las clases del
Ejército Nacional de la Revolución, han respondido con el más puro
patriotismo y honor, rechazando la corrupción de quienes lanzan a
los caminos más tortuosos. El pueblo, las fuerzas democráticas y la
patria reconocen con respeto la alta investidura moral del Ejército,
y estoy seguro que acuerparán las medidas que la institución armada
pueda tomar en defensa de su honor.
No ha
de ser un secreto para muchos saber que la cadena de complots ha
seguido ininterrumpidamente, aunque no se hayan hecho públicos, por
que el régimen democrático cuya fuerza proviene de la Revolución
de Octubre, es tan firme que no ha creído necesario ni conveniente
restringir los derechos constitucionales. Pero si las necesidades lo
demandaren, la Revolución podrá aplastar de otra manera los vanos
intentos de quienes no terminan de convencerse de que para Guatemala
ha muerto la época de la oprobiosa dictadura y que los guatemaltecos
tienen derecho a una vida mejor.
Tampoco
puede ocultarse el hecho, meridianamente claro, de que los mismos que
fueron defensores de la dictadura, los mismos que han armado
conspiración tras conspiración, los mismos que ya crearon las
condiciones para una rebelión armada, los mismos que fueron ayer
nomás partidarios de la candidatura presidencial más reaccionaria,
los mismos que se han opuesto a las conquistas sociales de los
trabajadores, los mismos que se amparan hoy bajo el pretexto
“anticomunista”, son los mismos que se oponen a nuestro progreso
y hacen resistencia hoy contra la realización de una Reforma Agraria
que garantice una existencia menos dura para todos.
Pueblo
de Guatemala:
La
Reforma Agraria ya es una Ley de la República. A los funcionarios,
empleados públicos y a todos los ciudadanos nos corresponde aceptar
sus mandatos y hacerla cumplir sin sectarismos, teniendo presente en
todo momento los superiores intereses de la nación. La oposición
injusta o irracional no tiene ya ninguna razón de ser. La Revolución
de Octubre, noble por sus aspiraciones, joven porque comienza a
realizar sus grandes objetivos, vital porque proviene de las entrañas
populares y vigorosa porque la apoyan las grandes mayorías que
anhelan la marcha hacia el progreso nacional, la llevará adelante
pese a todos los obstáculos hasta coronar victoriosamente la meta
que se ha propuesto.
Trabajadores
agrícolas y campesinos:
Los
representantes de las fuerzas políticas más democráticas a través
del Congreso de la República, han cumplido con su deber. A nosotros
toca ahora asegurarnos del cumplimiento de la Ley y en vuestras manos
está vivir una existencia más digna de seres humanos y hacer de
Guatemala un gran centro de riqueza.
Industriales
y comerciantes:
Un
gran porvenir se abre para la actividad fabril y mercantil; los
negocios y las manufacturas crecerán en la medida en que se vaya
ampliando el mercado interno, no de inmediato, pero indefectiblemente
en un porvenir próximo. Tened confianza en las fuerzas mejores del
país, que ahora estarán en capacidad de marchar por el
desenvolvimiento económico de Guatemala.
Al pueblo todo quiero expresarle mi confianza
en que la Ley de Reforma Agraria alcanzará los fines que se ha
propuesto la Revolución de Octubre, con la satisfacción de que he
cumplido mi primer deber como Presidente de la República. Saludo a
la nación vivando calurosamente a la patria con nuestro grito de
lucha.¡HACIA DELANTE POR UNA GUATEMALA MEJOR!
Jacobo Arbenz Guzmán
21 de junio de 1952.