Manifiesto del Comité de Unidad Campesina en su 35 Aniversario,
al Pueblo de Guatemala y los Pueblos del Mundo.
Este 15 de
abril, al cumplir 35 años de existencia, las campesinas y
campesinos, indígenas y ladinos pobres que conformamos el Comité de
Unidad Campesina -CUC-, reafirmamos que las causas que nos llevaron a
organizarnos hace 35 años en pueblos, aldeas y fincas, siguen
estando presentes y por eso seguimos manteniendo nuestra vigencia
como organización; en estos años de existencia hemos cosechado
logros y victorias y hemos dejado huella y aportado en la historia de
Guatemala.
Las
Huellas y Aportes del CUC en la Historia.
Desde que
nacimos en aquella lejana fecha del 15 de abril del 1978, los hombres
y mujeres, jóvenes y niños que conformamos el Comité de Unidad
Campesina, hemos recorrido un largo camino en nuestra lucha por la
justicia, una verdadera democracia, un sistema social y económico
que distribuya equitativamente la riqueza generada por las y los
trabajadores, las manos campesinas y los pueblos originarios.
A lo largo
de estos 35 años de historia hemos librado importantes luchas a
favor de la vida; hemos dado significativos aportes al país
desnudando la naturaleza del sistema de dominación; apoyamos las
justas luchas del Pueblo reivindicando la solidaridad; construimos
propuestas y creamos, a través de nuestra experiencia y reflexión
crítica, conocimientos puestos al servicio de quienes comparten
nuestro anhelo por cambiar de raíz este sistema capitalista,
patriarcal, racista y opresor.
Con el
surgimiento del CUC, nació una nueva forma de participación y
organización de las y los campesinos, indígenas y ladinos pobres,
nos permitió, desde nuestras comunidades, tener presencia a nivel
nacional y que hacer valer nuestras necesidades, saberes,
sentimientos y demandas. Haber mantenido nuestra organización, en un
país de gobiernos militares criminales y genocidas, también
significa un importante logro.
Nuestra
primera aparición pública se dio en aquel 1º. de mayo de 1978,
unas semanas antes que asumiera la presidencia del país el
sanguinario general Romeo Lucas García. Por primera vez en la
historia reciente de Guatemala desfilábamos centenares de mujeres y
hombres indígenas que nos identificamos con la consiga de “Cabeza
Clara, Corazón Solidario y Puño Combativo”. Dimos a conocer
nuestras demandas, nuestros principios y nuestra disposición de
lucha. Estas demandas partían de las necesidades sentidas de
nuestros pueblos y nos llevaron a luchar en contra de las inhumanas
condiciones laborales en las fincas de la Costa Sur, en contra del
despojo de la tierra, en contra de las masivas violaciones a los
derechos humanos que se vivía en el campo y en la ciudad.
A pesar de
este contexto represivo, organizamos conjuntamente con otras
organizaciones hermanas de sindicalistas, estudiantes y otros
sectores populares, la primera e histórica Huelga de la Costa Sur
en la que participamos más de 80 mil trabajadores permanentes de
ingenios, voluntarios y trabajadores temporales del altiplano. Como
resultado de esta lucha logramos que se aumentara el salario mínimo
de Q 1.12 a Q3.20, lo que significó un incremento de casi un 200% y
aun así no cubría las necesidades básicas.
A través
de nuestra representación internacional denunciamos las masivas
violaciones a los derechos humanos y comenzamos a participar en las
instancias internacionales de derechos de los pueblos indígenas como
el Consejo Internacional de Tratado Indios (CITI), con presencia en
Naciones Unidas. Tras la ofensiva represiva y las políticas de
genocidio dirigido contra las comunidades campesinas e indígenas,
iniciamos un proceso de rearticulación y volvimos a surgir a luz
pública en la marcha del 1º. de mayo de 1987, integrándonos a la
Unidad de Acción Sindical y Popular (UASP), en ese entonces
organización combativa que agrupaba a diversos sectores.
Contribuimos, como expresión de nuestro compromiso con los Derechos
Humanos y la defensa de la vida, a la lucha en contra de la
militarización, el reclutamiento forzoso, y por la disolución de
las patrullas de autodefensa civil (PAC).
A
principios de los años noventa participamos en la Campaña
Continental 500 años de Resistencia Indígena, Negra y Popular que
fue la plataforma que posibilitó que Rigoberta Menchú recibiera el
Premio Nobel de la Paz; también fuimos parte de las organizaciones
que fundaron la CLOC-Vía Campesina, alianza campesina internacional
y continental. A nivel nacional nuestra organización ha sido semilla
que contribuyó al surgimiento de otras organizaciones campesinas, de
mujeres, de desplazados y otras. Contribuimos también a la creación
de varias coordinaciones como Majawil Q’ij, COPMAGUA, Nukuj Ajpop y
CNOC que se convirtió en una importante plataforma para la
construcción de propuestas de políticas e iniciativas de leyes
relativas al catastro, seguridad alimentaria y nutricional,
desarrollo rural, la reforma agraria y soberanía alimentaria.
Para
finales de los años ochenta y principios de los noventa impulsamos
varias huelgas en el campo que hicieron posible que se decretara un
aumento al salario mínimo diario de hasta Q 11.20, cuando lo que
más pagaban los finqueros era Q 5.00 al día, mientras que las
necesidades diarias de las familias eran de más de Q 50.00.
Como
organización aportamos al proceso de paz en la Asamblea de la
Sociedad Civil, y posteriormente como parte del movimiento campesino
organizado impulsamos luchas, participamos en las mesas de
seguimiento y aportamos a la construcción de la institucionalidad
agraria para empujar que se concretaran los acuerdos de identidad y
derechos de los pueblos indígenas y el de desarrollo socioeconómico
y situación agraria. En este sentido, contribuimos a que el
desarrollo rural se convirtiera en un tema de agenda nacional.
La falta
de cumplimiento de los acuerdos de paz, la agudización de la
situación del hambre en el campo, las nuevas formas de despojo de la
Madre Tierra y los desalojos violentos, además de la firma del
Tratado de Libre Comercio, en el año 2005, nos llevaron a
reflexionar sobre la necesidad de impulsar la producción,
intercambio, distribución y consumo basados en principios de
soberanía alimentaria y equilibrio ecológico; por lo que desde
entonces promovemos la propuesta de la agroecología, y la necesidad
de recuperar los saberes y prácticas de los abuelos y abuelas, para
el manejo y cuidado de la madre naturaleza.
Hemos
logrado recuperar más de 24,319 manzanas de tierra que pasaran a
manos de campesinos y campesinas sin tierra lo que ha beneficiado a
más de 4,000 familias. Fruto de esa tierra que recuperamos y con
otras ayudas que obtuvimos, cuando fue el Huracán Stán, pudimos
apoyar con alimentos, medicinas y reconstrucción a más de tres mil
familias en 75 comunidades de 8 departamentos afectados y de la misma
manera, con otros desastres naturales hemos llevado ayuda a familias
indígenas y campesinas afectadas, en las regiones donde tenemos
presencia.
Hemos
desarrollado programas de alfabetización para mujeres, formado y
capacitado a cientos de campesinas y campesinos, aportamos asistencia
técnica a cientos de familias; brindamos asesoría jurídica para
las comunidades que luchan por la tierra o que por esa misma lucha,
han sido injustamente acusadas. Brindamos solidaridad, en lo que nos
es posible, a otras comunidades y organizaciones con quienes
compartimos luchas y sueños.
Estos
logros han sido posibles por el esfuerzo de las comunidades
organizadas y gracias al apoyo de organizaciones hermanas y la
solidaridad internacional. Al hacer este recuento, queremos expresar
que la lucha combativa y organizada es la que nos ha permitido
obtener frutos y es, por ahora, el único camino que tenemos para
obtener victorias y para que nuestras demandas sean respondidas.
Estos logros deben ser consolidados, pero las condiciones actuales no
nos permiten, ni garantizan que nuestra situación cambie.
La
situación que vivimos en el campo y ciudades no se aguanta más.
Hermanos y
Hermanas del campo y las ciudades, este país en el que día a día
nos levantamos para trabajar, estudiar o sobrevivir, no es el país
que queremos para nuestras hijas e hijos; nos lo han arrebatado y nos
están dejando lo peor para vivir. En lugar de tener tranquilidad, la
muerte camina en nuestras calles y veredas fruto de una violencia
imparable. Día a día vivimos con la angustia de saber si nuestros
familiares llegarán bien a casa; si acudimos a las autoridades, nos
topamos con que en la mayoría de los casos, no hacen nada, no pueden
hacer nada o se han corrompido y son parte del sistema de muerte en
el que vivimos.
Seguimos
sembrando y cosechando en las mismas parcelas que cada vez se hacen
más pequeñas cuando pasan de padres a hijos. Nuestros productos se
venden baratos porque no se reconoce el trabajo de campesinas y
campesinos, pero lo que compramos en tiendas y mercados no deja de
subir de precio. El abono se hace cada vez más caro y cada año
rinde menos porque en realidad va matando a la Madre Tierra. Unos
pocos siguen acaparando las mejores y más grandes tierras y a
nosotras y nosotros nos van quedando las laderas, la tierra poco
fértil o de plano no tenemos tierra, mientras ante nuestros ojos,
crecen las fincas con caña de azúcar, palma africana, banano y
hule; además se roban el agua de los ríos para regar esa
producción y en verano a nuestras comunidades cada vez llega menos
agua y cada invierno se dan más inundaciones.
Los
bosques y montañas que nuestros antepasados cuidaron, ahora nos los
están arrebatando las empresas mineras o petroleras; el agua que va
quedando en nuestros ríos, las empresas hidroeléctricas quieren
acapararla para producir electricidad que nunca llegará a las casas
de las comunidades que fueron despojadas para construir las represas.
Jamás consultan a nuestras comunidades sobre estos proyectos y
cuando nos expresamos, no reconocen nuestra voluntad soberana.
Nuestros
derechos existen en el papel porque la realidad es que día a día
vivimos los abusos de los que concentran el poder. Si buscamos
trabajo, cuesta mucho encontrarlo; si lo encontramos, es mal pagado o
tenemos que trabajar desde la madrugada hasta el anochecer o bien en
varios trabajos para tener un ingreso que nos permita medio cubrir
nuestras necesidades; hace muchos años que la jornada de 8 horas
desapareció. No existen derechos para los trabajadores y
trabajadoras del campo y de la ciudad.
Muchos
hermanos y hermanas se han trasladado a las ciudades pensando que se
puede tener mejor trabajo y al final terminamos mal viviendo en
cuartos y casas alquilados, no tenemos vivienda y no contamos con
servicios decentes como agua, drenajes y energía eléctrica, pero lo
que sí existe para nosotras y nosotros es el pago puntual del
alquiler, del agua, de la energía eléctrica.
Aunque ha
aumentado la cantidad de escuelas primaria, esas escuelas a donde van
nuestros hijas e hijos están en mal estado, tienen pocos maestros,
los materiales y útiles escolares cada año son más caros y al
terminar la primaria existen muy pocos lugares para seguir estudiando
básicos o diversificado. Si tenemos posibilidades que nuestros hijos
sigan estudiando, son contados con los dedos de una mano quienes
pueden seguir estudios universitarios y cuando buscan trabajo, no lo
encuentran. La educación es cara y no llega a todas y todos.
Nuestras
familias van a los hospitales a morirse porque en ellos no hay
medicinas, no hay suficientes doctores o no hay donde hacerse
exámenes. Después de esperar horas y horas para ser atendidos nos
dan una receta con medicinas carísimas o nos mandan a hacer exámenes
a otro lado porque el equipo no funciona; la salud pública que
pagamos con nuestros impuestos es de lo peor porque tenemos más de
50 años que ningún gobierno realmente le ha importado la salud del
pueblo.
Si
protestamos por todas estas injusticias, nos acusan, nos persiguen y
nos meten a la cárcel. Los grandes medios de comunicación, en lugar
de dar a conocer las causas por las que protestamos y cuáles son
nuestras demandas, tratan de hacernos aparecer como delincuentes y
buscan que nuestros mismos hermanos y hermanas de las ciudades, que
sufren las mismas injusticias, nos llamen bochincheros y haraganes,
sin darse cuenta que nuestras razones son las mismas que les afectan
y por lo tanto, deberían de sumarse a esas luchas. Ahora nuevamente
la represión es la forma como responden a nuestras demandas, nos
reprimen porque quieren debilitarnos, desunirnos, aislarnos y sembrar
el miedo para poder seguir apropiándose de las riquezas del país
que beneficiarán solamente a unos cuantos. Hacen eso porque saben
que desunidos es más fácil quebrarnos, porque quieren que nuestra
voz se silencie y porque le tienen miedo a la fuerza que tenemos, que
es la fuerza organizada del Pueblo.
Cuando
alguna vez logramos que nos atiendan, lo único que hacen es crear
mesas de diálogo y nos prometen soluciones que nunca se cumplen;
pasan los años, cambian los funcionarios y nuestras demandas siguen
siendo las mismas. Después del gobierno de Árbenz, ningún gobierno
ha velado realmente por el Pueblo; a los políticos solo les interesa
usarnos como escalera para llegar a la presidencia, el congreso o la
municipalidad. Ningún partido de los existentes es la solución a
nuestra situación porque los partidos a lo que llegan es a hacer
negocios, enriquecerse más, seguir vendiendo las riquezas de nuestro
país a los extranjeros y recuperar lo que invirtieron en las
campañas electorales, la corrupción es la sangre que circula por
todo el sistema político. Si pedimos leyes para el pueblo, son
bloqueadas, dicen que siembran la división y pasan los años sin que
se aprueben, mientras tanto, las leyes que benefician a los grandes
empresarios se aprueban con rapidez y la mayoría de las veces sin
que el Pueblo sepa que los de siempre tienen nuevos privilegios.
Si
buscamos los tribunales para exigir que se cumplan los derechos y que
la ley sea pareja para todos, resulta que los que están en los
juzgados son los que defienden a los poderosos o son los mismos
políticos corruptos que han sido escogidos para mantener la
corrupción; las leyes en la práctica no son iguales para todos y
menos aún si es una mujer la que llega a exigir justicia, porque en
esta Guatemala de la injusticia, lo más difícil, las mayores
injusticias quedan para las mujeres. La justicia es lo que menos se
ve en los juzgados.
Este
sistema de muerte nos oprime, nos exprime, nos discrimina y no nos
deja vivir en paz. Este país que han construido los ricos es solo
para ellos y sus hijos, para nosotros y nosotras han dejado lo peor,
para nosotras y nosotros no han dejado nada.
Ya
es tiempo que todas y todos nos levantemos
La
situación que vivimos en el campo y las ciudades, no se puede
aguantar más; ya es tiempo que nos quitemos la opresión que no nos
deja vivir; ya es tiempo de que todos nos levantemos, ya es tiempo de
parar los abusos de los grandes empresarios nacionales y extranjeros,
gobernantes, funcionarios y políticos corruptos; ya es tiempo de
impedir la imposición de las medidas y políticas que solo a ellos
benefician.
Para
detener este sistema de muerte estamos proponiendo a los pueblos,
comunidades, organizaciones y personas de buena voluntad que unamos
nuestros esfuerzos para formar una fuerza popular, política y de
plena participación democrática que nos permita construir el país
que queremos para nuestras hijas e hijos; que haga respetar los
derechos y la voluntad popular, en resumen, que le arrebate el poder
a los ricos y su gobierno y construya el poder del Pueblo.
Solamente
por medio de una fuerza organizada, popular y democrática podemos
evitar que se sigan cerrando los espacios de participación, que se
siga militarizando el país, que sigan poniendo en venta nuestros
territorios y que se consolide este sistema de muerte y dominación.
Necesitamos construir esa fuerza social para transformar la situación
en la que vivimos y comenzar a generar cambios que sean en beneficio
del Pueblo; solo así podremos decirle a todos los que se enriquecen
con nuestro trabajo y nuestro sudor: ¡Basta ya!; ¡No más abusos e
injusticias contra el Pueblo!; ¡no más violación a nuestros
derechos!; ¡No más despojos en los territorios de nuestros pueblos!
Solo
la fuerza del pueblo organizado, hace valer nuestros derechos.
Tenemos
que ir formando esta fuerza del Pueblo desde los caseríos, cantones,
barrios y colonias; debe ser una fuerza que unifique todas las causas
particulares en una gran causa común, donde todas y todos nos
sintamos presentes y representados; debe ser una fuerza organizada y
popular que se movilice permanentemente para volver a traer seguridad
a nuestras comunidades y barrios; que recupere la tierra en beneficio
de las y los campesinos e impida que se siga concentrando tierra en
pocas manos; que detenga el despojo de la Madre Tierra; debe ser una
fuerza del pueblo que haga valer nuestros derechos, que no permita
que nos roben el fruto de nuestro trabajo y que se pisotee nuestra
dignidad.
Debemos
unir los distintos ríos de nuestras luchas, para hacer un río
fuerte y caudaloso que comience a establecer nuevas relaciones de
poder en el campo y la ciudad; que donde estemos presentes, sea el
Pueblo el que mande y se respete y recupere los distintos saberes y
conocimientos populares para ir construyendo una nueva forma de
educación para nuestros hijos e hijas; para ir construyendo una
nueva forma de impulsar la salud para nuestras familias.
Hacemos
este llamado, porque estamos convencidas y convencidos que ninguno de
los partidos políticos actuales puede llevar adelante esta lucha y
estos cambios y porque además, la forma como está construido el
sistema político no permite la verdadera participación popular. La
tarea actual tampoco es formar un partido político que participe en
unas elecciones donde se gastan millones de quetzales en publicidad,
se hagan promesas y al llegar al gobierno, se olviden de ellas; se
trata más bien de ir levantando en cada comunidad, en cada barrio
una amplia forma de participación que se base en la consulta
permanente al Pueblo y en la asamblea para tomar decisiones; que
quienes nombremos como autoridad, sea para ejecutar lo que el pueblo
quiere y que la tarea no se concentren en una o pocas personas, sino
en un gobierno local colectivo.
Hacemos un
llamado a unir, articular y sumar lo que ya está organizado,
organizar lo que no está organizado; fortalecer las identidades
particulares y a partir de estas identidades encontrar puntos comunes
y construir puentes de comunicación para impulsar las luchas
actuales y futuras.
En
resumen, llamamos a hacer de la Rebeldía una forma de vida: a no
callarnos; a perder el miedo, a denunciar lo que haya que denunciar,
a solidarizarnos y unirnos a otras y otros; a rechazar lo que nos
quieren imponer, a indignarnos ante las injusticas y abusos porque no
hay ningún guatemalteco o guatemalteca del Pueblo cuyos derechos no
hayan sido pisoteados. ¡Ya basta de tanta injustica, dolor y
sufrimiento!
Tenemos
derecho a una vida plena; tenemos derecho a la justicia social, a una
democracia verdadera, a construir un futuro mejor; a que se respete
nuestros derechos y dignidad como mujeres y a un mundo sin violencia;
tenemos derecho a convivir en armonía y en respeto a nuestra
identidad como Pueblos Mayas, Xincas, Garífunas y Mestizos; tenemos
derecho a rebelarnos y construir una Guatemala para todas y todos.
Que todos se levanten, que no haya ni un grupo ni dos entre nosotros
que se quede atrás de los demás
Comité de Unidad Campesina
CUC
Cabeza Clara, Corazón Solidario y Puño Combativo
de las y los Trabajadores del Campo
•• Tz’ikin
15 de abril de 2013
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